Hubo, como para tantos otros, un momento de más.
Demasiada presión, demasiado ruido, demasiada velocidad.
Nosotros, y nuestros seres queridos, hemos experimentado esa prueba invisible llamada agotamiento. Ese momento en el que el impulso se desploma, cuando ya no podemos seguir el ritmo que exige el mundo.
Así que decidimos crear un lugar.
No sólo alojamiento.
Pero un umbral.
Un lugar donde dejar tu equipaje, tanto visible como invisible.
Un refugio para frenar, respirar y reencontrarse a uno mismo.
Redescubre el silencio, el sabor de la mañana, los gestos sencillos.
Quizás encuentres un poco de ti mismo nuevamente.
La naturaleza aquí no es decorativa, es cómplice.
El viento en la hierba, la luz en los campos, los pájaros despertándose: todo esto es parte de la bienvenida.
Y luego están los animales.
Nuestras cabras, curiosas y pacíficas, a veces vienen y nos dejan acercarnos a ellas.
Cuando una de ellas se deja acariciar,
Algo está pasando.
Algo silencioso, algo real.
Un intercambio sin lenguaje, pero lleno de vida.
Como un hilo invisible que de repente conecta a humanos y animales en el mismo suave ritmo.
Nuestras habitaciones nacieron de esta intención:
Proporcionar un refugio tranquilo, un entorno apacible, para aquellos que necesitan descanso, no sólo para el cuerpo, sino para el alma.
Bienvenido a nuestra casa.
Tome su tiempo.
Aquí no hay prisa.
Aquí todo empieza a sanar.